Desde que estaba en la Universidad, Bárbara Elías tenía ganas de desarrollar una marca de indumentaria para niñas y niños, una idea que se potenció cuando fue madre. Tras nacer su segundo hijo, desarrolló la marca Safari.
“Partí haciendo zapatos, pero encontré que era muy forzado para mí. Es un proceso que pasa por muchas etapas, y la verdad es que el resultado no me gustó. En paralelo empecé a estampar y, claramente, eso era lo que más me motivaba y también donde más me manejaba. Luego empecé a trabajar con tejido de punto, y en unos 6 meses ya tenía los primeros productos y un Instagram”, recuerda esta diseñadora gráfica que vende sus prendas en el Espacio Colaborativo Nalca, tienda ubicada en el Drugstore y conformada sólo por mujeres que diseñan y producen en Chile.
Para que cada producto llegue a buen final pasa por las manos de diferentes personas. Unos tejen, otros cosen, otros bordan y estampan.
“Me encanta encontrarme con niñas, niños y personas adultas con ropa o accesorios SAFARI. Me llena el corazón ver que todo el proceso creativo y de producción tiene un lugar en esas personas”, comenta.
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Y dice que su forma de producción incluye a varios creadores: “La lona y crea son tejidas por Germán y otras telas, como la franela o lino, compradas en diferentes lugares de Santiago. Luego se estampan en la fábrica de serigrafía de José, para luego derivarlas al taller de bolsos y accesorios donde Evelyn está a cargo de la producción. Otras telas se envían al taller de Camila, ellas hacen la ropa. Los bordados los hace Judith, que es algo nuevo que estoy incorporando en algunas prendas. Por otro lado, el tejido de punto lo hago con Boris y luego el armado es con Gloria”, explica y agrega que trabaja bajo el concepto de comercio justo.
“Creo que por el lado humano está súper logrado, para mí es muy importante tener una relación laboral responsable y con respeto. También vender a precios razonables. Es importante que nuestros productos sean de calidad para que sean heredables, de esta manera pasan a familiares o amigas y amigos, y tiene una segunda, tercera y más vida”, especifica.
“Cosas que usaba mi primera hija ya van por el cuarto heredero y están en perfecto estado”, cuenta Bárbara.
“Cuando partí con SAFARI no había nada similar, y hoy veo que han aparecido marcas parecidas, y creo que SAFARI se ubica como su referencia e inspiración, lo que me parece un tremendo halago e incentivo para seguir creando.
Con la pandemia todo se detuvo y muchas cosas las tuve que partir de nuevo. Hoy, a pesar que todo ha sido un poco más lento, me doy cuenta de que lo más importante es que SAFARI sea un producto de calidad, a un precio razonable y que sea heredable. Por ejemplo, cosas que usaba mi primera hija ya van por el cuarto heredero y están en perfecto estado”, cuenta.
Lamentablemente, narra, en Chile han cerrado muchas fábricas, lugares que eran el corazón de SAFARI y eso la dejó súper estancada el último año: “Pero lo bueno, es que lo tomé como un desafío; no me quedó otra que replantear ciertas cosas y darle otro giro o ajuste a los procesos y, por ende, a los resultados, así que en eso estamos”.