
Un pisco exclusivo y con tradición
“Nuestra empresa partió a principios del siglo XIX, cuando mi bisabuelo, que se llamaba Onofre Juliá Gomila, emigró desde la isla de Mallorca hacia Sudamérica durante una ola migratoria de familias mallorquinas y catalanas. Estos señores que llegaron acá traían el anhelo de hacer el destilado de uva de Europa, la grapa”, cuenta Patricio González Juliá.
Como en Chile se hacía pisco, su abuelo también comenzó a elaborarlo y creó varias etiquetas en su hacienda en el valle del Limarí: “Pero en 1930 dio en arriendo esa bodega a Cooperativa Pisco Control”.
Claro que en el año 2012 “se venció el contrato y mi madre, que siempre ha sido una emprendedora de tomo y lomo, les compró la bodega a las dueñas, es decir a mi abuela y a la viuda de un hermano de mi abuelo”, cuenta Patricio.
Y sigue relatando: “Fue ahí cuando con mi mamá (Verónica Juliá), con un par de personas más que trabajan en la planta y que tenían experiencia, y yo, que soy ingeniero comercial, empezamos a hacer brainstorming de qué queríamos hacer con esta planta”.
Este es un pisco sin riesgo de resaca. Un pisco que también se puede probar solo sin que arda ni raspe la garganta.
Después de mucho ensayo y error crearon un pisco totalmente incoloro, como los que había antiguamente. “La idea era que tuviera mucho aroma a uva de buena calidad y que uno pudiera tomarse una piscola o lo que fuese y no tener que soportar una resaca. Un pisco que también se pudiera probar solo y que no ardiera ni raspara la garganta. Decidimos hacer un pisco premium”.
“En la producción del pisco siempre se utiliza el jugo prensado de la uva. Nosotros, en vez de prensarlas, solamente obtenemos el jugo que gotea de la uva”, dice Patricio González Juliá.
Su primera creación, pisco Wilüf, está hecho de manera muy diferente a como se hace la mayoría de los piscos del mercado: “En la producción del pisco siempre se utiliza el jugo prensado de la uva, que es la manera rápida, simple y eficiente de hacerlo. Luego se convierte en vino y después este se destila. Nosotros lo que hacemos es que, en vez de prensarlas, solamente obtenemos el jugo que gotea de la uva”.
Es un proceso menos eficiente pero más exclusivo: “Es una materia prima muy pura, y se vende con las botellas numeradas, porque son producciones limitadas”. Al cabo de un tiempo esas uvas que hacían gotear se procesaban y se guardaban. De ese alcohol nació una línea con una calidad bastante similar, pero con otras características de aroma y de sabor.
Casa Juliá cuenta con una distribución que abarca Arica, Iquique, Antofagasta, Copiapó, Ovalle, La Serena y Vallenar. Y en la zona sur llegan a ciudades como Talca, Concepción, Puerto Varas y Chiloé. “Estamos fuera de las grandes tiendas de retail y de supermercados. Y en Santiago estamos en varias botillerías exclusivas del sector oriente y en El Mundo del Vino. Es un negocio muy de nicho”. Claro que ya exportan a Washington y están en conversaciones para llegar a Suecia.



