
De observadora en los talleres
Antes de convertirse en diseñadora de zapatos, Camila Herrera trabajaba en el área gráfica de una zapatería. Sin embargo, en sus momentos libres, se adentraba en el taller y en ese lugar descubrió un universo fascinante. Maravillada por lo que veía, decidió tomar un gran salto en su vida: renunciar a su trabajo y viajar a Nueva York para estudiar en profundidad el proceso de diseño y fabricación de zapatos. Fue un paso arriesgado, pero uno que la llevaría a forjar su propio camino en la industria.
Camila ve a los zapatos como objetos de culto, una expresión artística que puede transformar un atuendo y transmitir una historia.
Ya de regreso en Chile, Camila comenzó su camino desde cero. En los primeros años, se dedicó a cada etapa de la confección de sus zapatos de forma personal y artesanal.
Cada par fue una creación única, llena de detalles y cuidado. A medida que su marca ganaba reconocimiento, fue formando un equipo comprometido que comparte su visión y pasión. Aunque el proceso ha evolucionado, manteniendo los estándares de calidad y exclusividad, Camille sigue siendo una marca que valora el toque personal y la atención meticulosa en cada zapato que sale de su taller.




